11 noviembre 2021
LUCHE Y QUE
SE ESCUCHE
Hoy nos parece imposible de creer pero existió un tiempo en nuestro país donde la democracia nos negaba la posibilidad de participar en la vida política, únicamente por ser mujeres.
La Ley Sáenz Peña (ley N° 8.871) sancionada en 1912, estableció el voto secreto, individual, universal masculino y obligatorio para argentinos y naturalizados mayores de 18 años. Como vemos, esa “universalidad” era sin nosotras, las mujeres no podíamos votar para elegir a nuestros representantes y mucho menos pensarnos como sujetas políticas capaces de asumir lugares de representación. Para esa sociedad, nuestro rol obligatorio era el de la administración del hogar y las distintas tareas de cuidado. Las mujeres no teníamos ni representantes políticas del género ejerciendo un cargo, ni la posibilidad de elegir a quien nos represente. Nuestro destino dependía de la decisión de los varones.
Ante esta realidad injusta, los movimientos de mujeres de la
época, cuyas referentas pertenecían muy mayoritariamente al socialismo o al
librepensamiento (en general eran letradas), se agruparon en distintas
organizaciones y salieron a las calles durante décadas para exigir igualdad de
derechos y oportunidades. Entre sus principales reivindicaciones se encontraba
el sufragio femenino. Así, nace el movimiento sufragista. Entre sus referentas
se destacaron Julieta Lanteri, Cecilia Grierson, Alicia Moreau, Sara Justo,
Elvira Rawson, Carolina Muzzilli, Salvadora Medina Onurbia, Alfonsina Storni,
Victoria Ocampo, entre otras. Pero el voto femenino fue una realidad efectiva
sólo cuando hubo decisión política para que eso sucediera.
DONDE EXISTE UNA NECESIDAD, NACE UN DERECHO
La Ley de Voto Femenino fue sancionada y promulgada en septiembre de 1947, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón y Evita fue una figura central e inescindible de esta conquista. En su “Mensaje a la mujer argentina” meses antes de la sanción de la ley, Eva hizo este análisis: “(…) Todo ello, no hace sino unirnos cada vez más, compañeras. Y al unirnos, colocarnos en un plano social nuevo. La mujer argentina ha superado el período de las tutorías civiles. Aquélla que se volcó en la Plaza de Mayo el 17 de Octubre; aquélla que hizo oír su voz en la fábrica, y en la oficina y en la escuela; aquélla que, día a día, trabaja junto al hombre, en toda la gama de actividades de una comunidad dinámica, no puede ser solamente la espectadora de los movimientos políticos. La mujer debe afirmar su acción. La mujer debe optar. La mujer, resorte moral de un hogar, debe ocupar su quicio, en el complejo engranaje social de un pueblo. Lo pide una necesidad nueva de organizarse, en grupos más extendidos y remozados. Lo exige en suma, la transformación del concepto de la mujer, que ha ido aumentando sacrificadamente el número de sus deberes, sin pedir el mínimo de sus derechos (…)”.
Evita luchó por el sufragio femenino desde 1945. Recorrió fábricas y sindicatos llamando a las trabajadoras a sumarse a la causa, organizó y movilizó a las mujeres argentinas a lo largo y ancho de todo el país. Una vez promulgada la Ley, construyó el Partido Peronista Femenino, un modelo político inédito en el mundo, cuya organización era independiente de las ramas masculina y gremial que también integraban el movimiento. En el discurso donde anunció la creación del PPF, el 26 de julio de 1949, Evita dijo “(…) así como los obreros sólo pudieron salvarse por sí mismos y así como siempre he dicho, repitiéndolo a Perón, que ‘solamente los humildes salvarán a los humildes’, también pienso que únicamente las mujeres serán la salvación de las mujeres. Allí está la causa de mi decisión de organizar el partido femenino fuera de la organización política de los hombres peronistas. Nos une totalmente el Líder, único e indiscutido para todos. Nos unen los grandes objetivos de la doctrina y del movimiento Peronista. Pero nos separa una sola cosa: nosotras tenemos un objetivo nuestro que es redimir a la mujer”. Eva designó veintitrés delegadas censistas que desembarcaron en cada provincia para organizar, junto a decenas de compañeras, cada uno de los territorios, creando unidades básicas del Partido Peronista Femenino (PPF). Para finales de 1949, cada provincia tenía su sede central del PPF y hacia 1951, el Partido contaba con tres mil seiscientas unidades básicas femeninas en todo el país. La Ley de Voto Femenino, habilitó que las mujeres fueran incorporadas en el padrón electoral y que cada una obtuviera su libreta cívica.
LLEGÓ NUESTRA HORA
El 11 de noviembre de 1951, las mujeres argentinas votaron por primera vez. En esa elección, los votos femeninos fueron más que los masculinos. Un 90% de mujeres acudieron a las urnas, frente al 86% de los varones. Y por primera vez, hubo mujeres integrando las listas y resultando elegidas. El Partido Peronista incluyó a veintitrés candidatas a diputadas y seis a senadoras nacionales, el Partido Comunista propuso a Alcira de la Peña como candidata a vicepresidenta y siete postulantes a diputadas, el Partido Socialista incluyó a tres, cinco el Demócrata Progresista y el Partido Concentración Obrera presentó una candidata a senadora y cuatro a diputadas; por su parte, la Unión Cívica Radical y el Partido Demócrata no contaron con mujeres en sus listas.
LA LUCHA CONTINÚA
Estas
conmemoraciones nos permiten ver con claridad que nuestra lucha actual es parte
de una larga historia de organización colectiva que no empezó ni va a terminar
con nosotras y nosotres. Somos parte de los colectivos históricos que, en cada
una de las etapas de nuestro país, se levantaron ante la realidad injusta y
salieron a conquistar nuevos derechos con una sola certeza: sin igualdad no hay
ni habrá justicia social. ¡Vamos por todo lo que falta!